sábado, 18 de septiembre de 2010

ASCENSIÓN AL MONTE ANETO

 El monte Aneto es hasta ahora la cumbre cimera del grupo de montaña. Hicimos cumbre el domingo 19 de septiembre, pero en realidad la ruta empezó el sábado anterior en una furgoneta que salió de Oviedo de madrugada para recorrer los muchos kilómetros que nos separaban de Benasque y en donde nos encontraríamos con parte del grupo que viajaba desde Valladolid.

 Después del avituallamiento en Sabiñánigo a base de ternasco de Aragón regado con Somontano y parada en Barrabés (Benasque) para el último equipamiento, llegamos con un poco de retraso al punto de encuentro; unos km por encima de Benasque en un aparcamiento donde nos reunimos con el resto del grupo y con los guías (Chemari y Rubén) que nos llevarán hasta la cima del Aneto.

 Estamos a 1900m y tendremos que ascender hasta los 2100m de La Renclusa. Desde aquí será un camino muy pateado, suave y pedregoso que nos llevará al refugio en poco más de media hora, pero a un ritmo vivo como penalización por el retraso de los que llegamos desde Asturias. Son las 17:40 Hr.

 Llegamos a La Renclusa. Un refugio muy coqueto y con un ambiente muy montañero.

 Después de un minicursillo sobre uso de crampones, arnés y piolet e instalarnos en las habitaciones, pasamos a la cena con horario europeo o montañero (19:30 Hr), un menú contundente (garbanzos estofados, ensalada, pollo al horno, natillas, más somontano), de lujo para un refugio de montaña. Un ambiente internacional en el comedor; abundaban catalanes, franceses, vascos...

 Salimos al día siguiente, muy temprano (5:45 Hr) y comenzamos la aproximación al Aneto; más de una hora de ascensión nocturna con lámparas frontales. Las primeras luces coinciden con nuestra primera vista de la cima del Aneto.

El paisaje se va iluminando a nuestras espaldas. En el fondo del valle estaría el refugio y desde aquí vemos lo que hemos ascendido.

 La vegetación que ya desde el comienzo de la subida era escasa, practicamente desaparece y se limita a unas poco de hierba y matas de plantas de montaña. Desde aquí pisaremos sólo granito y más arriba hielo y nieve. Una vez hemos visto el Aneto desde el portillón inferior, uno de los puntos desde donde se puede acceder a las faldas del Aneto, seguimos el ascenso hacia el portillón superior que es el elegido por los guías para superar la cresta que separa el glaciar de La Maladeta de las faldas y glaciar del Aneto. Al fondo de la foto se ve el glaciar de La Maladeta.

Descendemos el portillón superior. En la segunda foto se ve éste a nuestras espaldas.

 Tenemos el Aneto un poco más cerca. Nos protegemos con crema y para evitar el resplandor de la nieve sacamos las gafas de sol. Desde aquí pisaremos un terreno de roca y neveros hasta llegar al glaciar.

 Al comienzo del glaciar nos calzamos los crampones, montamos el arnés y cambiamos los bastones por el piolet. Habrá que ascender por el glaciar hasta muy cerca de la cima donde volveremos a pisar granito y algo de nieve caída la semana anterior.

 Ascendiendo por el glaciar camino de la cumbre.

 Superado el glaciar, volvemos a pisar roca y un poco de nieve. Nos quitamos crampones y dejamos ahí el material que hemos usado para el hielo. Desde aquí hay una corta y suave subida hasta el paso de Mahoma, el punto más delicado de la ascensión.

 Estamos a las puertas del paso de Mahoma y toca hacer cola para dejar bajar a un grupo que estaba en la cima. El paso de Mahoma es una cresta estrecha, con apoyos fáciles de encontrar, pero muy aérea y un poco expuesta; paso obligado para hacer cumbre. Nos lo pensamos un poco (sólo un poco), se nos quitan las dudas y tiramos para arriba. El subir encordados y con guías ayuda mucho.

 Llegamos a la cumbre, bastante concurrida a esa hora (10:50 Hr) y durante un buen rato disfrutamos del placer de la vista desde el pico más alto del Pirineo. Estamos a 3404m.

 Otra vez habrá que atacar el paso de Mahoma, esta vez bajando; como siempre, el descenso es más complicado que la subida.

 Superado el paso, volvemos a la nieve y el hielo. Nos cruzamos en el descenso con muchos grupos que suben y que llegan de varias direcciones. 

 Ya sin crampones, volvemos a la roca aunque todavía nos quedan algunos neveros que pasaremos a pelo, con alguna culada que otra. 

  Nos despedimos de la cumbre; desde aquí ya no la volveremos a ver el Aneto en lo que queda de descenso. De nuevo volvemos al granito y a medida que descendemos aparecerá poco a poco la vegetación.
 

 Ya de pisaprados, encontramos una vaguada para la comida principal del día. Algunos ablandan los pies y otros hasta se hacen unos largos.

 Después del descanso seguimos el descenso. Ahora es un terreno típico de media montaña, se ven los primeros ejemplares de pino negro, característicos del Pirineo, y las primeras praderas y arbustos, boñigas incluidas. El descenso se vuelve suave, aunque todavía queda algún destrepe y poco a poco nos acercamos de vuelta al refugio. El color que domina en el paisaje es el ocre; en esta época del año, al final del verano, la falta de lluvia se hace notar y sugiere lo guapo que tiene que estar todo esto después de una primavera lluviosa y con la nieve cubriendo los picos.

 Volvemos a ver La Renclusa. Estamos casi al final de nuestra jornada de montaña.

 Hacemos la foto de grupo después del descenso, pagamos la dolorosa y seguimos el descenso desde el refugio hasta el aparcamiento. Esa noche dormiremos en Hospital de Benasque y al día siguiente nos repartiremos; unos de vuelta para Asturias y otros a Valladolid. 

 La nota anecdótica la pusieron las burras que abastecen al refugio. Unas rateras capaces de reventar cualquier mochila al descuido en un par de minutos.